sábado, 11 de junio de 2011

Notas de un asesino (I)



Hola, soy Henry Lewis. Escribo esto con el deseo de que se conozcan  mi vida y no sólo la que aparece parcialmente en los medios en tantas ocasiones. Eso de ser el hombre más buscado de Occidente me llena de orgullo y no por eso voy a dejar que otros opinen sobre mí. He aquí la verdad.

 Empezaré con una breve explicación de mi trabajo.Yo mato personas. No porque me caigan mal, sino porque me pagan por ello. Así de simple y claro. Tú me das dinero (mucho dinero, mi caché es elevado) y yo hago que una o varias personas desaparezca de este mundo. El negocio lleva funcionando así desde tiempos inmemoriales. Y no sólo este.

El quid de la cuestión no son las motivaciones por las que actúo. Es más bien el método. Cómo finiquitó una vida humana. Unos lo consideran el acto más atroz que podemos cometer. Yo lo veo como una forma de arte, la más complicada y bella de todas. Unos ojos que se cierran lentamente, la respiración que se apaga, la sangre que brota de un cuerpo...ningún cuadro o libro puede alcanzar esa conexión íntima con la persona que consigue el asesinato. Ese frío que recorre el cuerpo y esa sensación de elevarnos por encima de cualquier posicionamiento ético. Esa vida debía acabar y acabó. Quizás las razones no eran las correctas, pero quienes somos nosotros para dudar del valor del dinero. Alguien lo quería fuera y me renumeró para que estuviera fuera.

Vivimos y morimos. Ese es el flujo de nuestra existencia. Cortar el de otra persona significa convertirnos en dioses que se encuentran en una posición privilegiada frente al destino. Cuándo, cómo, dónde y quién. El "por qué" no tiene demasiado interés.

Aún con eso, prefiero las armas de fuego. Los puristas defienden las armas blancas. En mis inicios he de reconocer que degollaba a mis víctimas con un cuchillo, pero era un joven alocado sediento de vísceras. Tampoco tenía las preocupaciones de ahora. Antes lo hacía por diversión, por el mero hecho de pasar un buen rato. Ya he madurado, no voy destrozando las vidas de universitarias que tuvieron la pésima idea de pasear por el parque a la noche como yo. Me he vuelto un profesional y la velocidad con la que se ejecuta mi oficio resulta esencial. Un segundo de recrearse en el festín supone tu detención o tu defunción, dependiendo de la legalidad de los trabajos del individuo al que acabas de dar káput.

La rapidez hace a las cosas bellas. Sin que te des cuenta, te anotas a uno más en tu cuenta particular (sí, tengo una) Siempre me ha encantado mi trabajo porque lo hago limpio, sencillo y eficaz., lo que siempre conduce a una celeridad en el asesinato que a veces incluso me asusta.

Quizás no me comprendan y me etiqueten como un psicópata. Cuestión de puntos de vistas, yo les veo a ustedes como los auténticos psicópatas. Explotan a los países subdesarrollados para trabajar menos, se entretienen con fuegos de artificio mientras en otras partes del mundo hay dolor, se dejan gobernar por corruptos... En fin, "no juzguéis si no queréis ser juzgados", dijo la Biblia.

Bueno, creo que debería empezar a contar algo que a los que me lean les resulte familiar. ¿Les suena el 23 de febrero de 2012?

CONTINUARÁ



No hay comentarios:

Publicar un comentario