lunes, 15 de agosto de 2011

Día de autor

Te levantas a la una y media. No hay nadie en casa, por lo que solo llevas la ropa interior. Te sirves una Coca Cola con dos hielos y abres un paquete de Ruffles originales. Te tumbas en el sofá de tu salón y enciendes la televisión. Le das al play del DVD para seguir viendo la serie que dejaste anoche a las tres. Cuatro capítulos de un tirón. Después te vistes con camiseta y bermudas. Tienes ganas de un paseíto por la ciudad, llevas mucho tiempo en reposo. A la mitad del camino, te paras en una cafetería. Donut y café con leche, deliciosa merienda mientras el sol inicia su pérdida tras los edificios.

Llegas a casa bajo el amparo de las farolas. Sacas unas hamburguesas del congelador y echas aceite a la sarten con sumo cuidado. Tras una lucha por no quemarte las manos al darles la vuelta, te queda como resultado dos trozos de carne mediocres culinariamente y suculentos moralmente. Terminas de cenar y te vas a la cama, no sin antes consultar las novedades que te deparan las redes sociales. Y tras responder a todas y cada una de ellas (con chats imprevistos incluidos), sientes que tu día ha concluido satisfactoriamente.

Digamos que son pocos los días que se presentan así. Digamos que son días anodinos y solitarios. Pero también digamos que son pura libertad. La definición gráfica del "lo que me da la gana". Quizás nunca lo confiesen, pero todos necesitamos nuestro momento interiorista.

Un día también representa una forma de hacer arte, como el cine. A esto le podríamos llamar un "día de autor", que nadie comprende, salvo el que lo vive. Un alivio, ya que no se pueden compartir con nadie.




lunes, 8 de agosto de 2011

Amistades rotas

-¿Quién es?

-¿Estás de coña?

Michael tardó 10 segundos en articular palabra por el telefonillo de su casa. George silbaba una canción al otro lado, en el portal del arrogante edificio que se levantaba en pleno centro de Manhattan.

-¿Sigues ahí?

-Sí. ¿Qué quieres?

-Charlar.

-Ya "charlamos" en su momento.

-Déjame pasar y bebemos algo.

-Acabo de comer. Quiero dormir un rato.

-Venga...

-No.

-¿Por qué?

-Lo sabes demasiado bien.

-¿El qué?

-Olvídame.

Michael colgó el teléfono. Se dirigió a la cocina, donde cogió la botella de brandy medio vacía. En poco más de un minuto ya estaba vacía. Un puño empezó a golpear repetitivamente su puerta. No le hacía falta saber quién era, unícamente debía dejarle entrar para que la huída de su pasado terminara.

-¡Hey, tío, cuánto te he echado de menos!-George le abrazó nada más verle.

-¿Qué quieres?

-Tío, te veo con una cara muy larga. Antes estabas más alegre.

-Me cansé de sonreír porque jamás era cierto.

-Tuvimos grandes momentos, tío.

-Tú tuviste grandes momentos.

-No mientas.

-Hace tiempo que dejé ese vicio.

George se sentó en el sofá largo, con los brazos extendidos. Michael se decidió por su sillón, alejado del contacto físico con él.

-¿Qué tal te va la vida?-George cruzó las piernas. Michael las mantenía estáticas.

-No te importa.

-Tío, somos amigos...

-¿"Somos"?-Michael esbozó un destello sarcástico en su boca.

-Venga ya...

-Mejor de lo que te puedas imaginar.

-Me alegro.

-Sigues mintiendo sin ningún tipo de tic. Muy propio de los psicópatas.

-Ja, ja.

Michael se levantó para beber de la botella de brandy que todavía quedaba en la despensa. Se la trajo hasta el sillón, donde la descorchó con la llave de su piso.

-No deberías beber tanto...-le susurró George mientras la botella iba perdiéndose en la garganta de Michael.

La dejó en la mesa, con un cuarto consumido.

-¿Algo más?-le cuestionó secándose los labios con el brazo.

-La verdad es que no.

Mario le dió la mano. Juan no le miró. En el marco de la puerta, una voz surgió de las entrañas de la nostalgia dolorosa:

-¿Cómo está ella?

Se detuvo automáticamente. Respondió sin mirarle:

-Sigue en coma.

-¿Recibió mis flores de la semana pasada?

-No, al parecer mandaron un paquete sospechoso y tiraron todos los envíos de la semana. ¿No te avisaron del hospital?

-No.

-Bueno, adiós-Cerró la puerta de un portazo.

Sabría del bloqueo si la hubiera enviado por correo. Pero es que se las entregó personalmente.

lunes, 1 de agosto de 2011

Río

No duermo. Este mundo no me deja. Es un río que continuamente fluye y matamos a todos los castores. No hay diques que lo detengan, no hay parones, no hay calma.

Añoro la infancia en los que vivía en el pueblo.Cada noche, me sentaba en la puerta de mi casa con las ancianas y contemplaba el cielo en su radiante inmensidad. Juraría que conocía todas las constelaciones del espacio a simple vista. Pero con el tiempo, las fuí olvidando porque la tranquilidad acabó.

Soy una hormiga, que tan solo debe preocuparse de cumplir su función en el hormiguero. Si llevas comida, no sueñes con defender a las demás de los ataques de otros insectos. Eres un mecanismo de un motor, una pieza de un puzzle. Tu ausencia desdibujaría todo, así que aprende tu papel y procura no desentonar.

¿Qué fue de la imaginación, del espíritu humano, de la magia? Las matamos, no quedó otra. Nos molestaban, inadmisibles en el progreso de este mundo. El plan está marcado, queremos más ¿pero pensamos en si es mejor?

No puedo dormir porque no puedo soñar. Gracias, mundo.