Una palabra y se deshace todo.
La bruma del alcohol invadió los confines de la razón. En un barco de recuerdos se marchó la decencia. Ningún faro a la vista.
Su mirada se perdió en un infinito de madera.
Una palabra.
Un reflejo distorsionado por las circunstancias líquidas. La tierra insistía a su hijo. El equilibrio roto, las risas enlatadas, el golpe seco.
Volaron las ganas y el círculo se estrechó. Luces rojas y azules. Neumáticos quemados.
Una.
El hilo se tensó hasta quebrarse. Mantas de leche y un goteo que no cesaba. La sombra vigilaba en una esquina de la cama.
Días hasta el veredicto. Se acabó. Ni una más.
-¿Qué vida es esa?- susurró débilmente.
-Una- sentenció el juez.
Se deshace todo.
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