miércoles, 9 de diciembre de 2015

Heredero de la nada

Había vuelto, pero nunca se marchó realmente. Estaba escondido, en un oscuro rincón, anhelando regresar cuando las cosas volvieran a su habitual descontrol. Fueron años extrañamente tranquilos hasta entonces, en los que la razón brillaba por su presencia. Todo terminó en un cerrar de ojos, de sus ojos de mar en paz.

La vida recobraba  su rutinario absurdo. El día y la noche se confundían en los cristales de la botella verde. Nada y todo sucedía a su alrededor. El tiempo solo corría para aquellos que vivían, para los que pensaban poco, para los que eran felices, para los que ignoraban mucho. La esperanza agonizaba sin morir.

Se lavaba cada cierto tiempo con sus pesares mientras el mundo descansaba de sus quehaceres diarios.  Precisamente fue excluido de los mismos al no presentarse durante jornadas enteras sin justificación previa. El pozo se cavaba solo.

Ya quedaba poco. Todo se apagaba en su interior mientras el mundo proseguía su camino. Rendirse de vivir era el pensamiento recurrente.

Algo sucedió, sin embargo. Un destello, un rayo, un segundo, un saludo en el ascensor.

Un espejismo.

Una razón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario