-No, gracias.
La azafata continuó ofreciendo cascos al señor de la 1C. Marcos, en la 1B, siguió leyendo el periódico que había comprado en el Relay. Pero no podía pensar en otra cosa que no fuera el asiento 1A.
"Ojalá hubiese venido", decía su egoísmo. "Debería haberme quedado", apostillaba su humildad. "¡La quiero!", gritaba su corazón.
No arrancaba todavía el tren. Cada segundo que pasaba allí le tentaba a abandonar el tren y correr hasta donde hablaron por última vez.
-¿Qué sientes por mí?- le cuestionó ella.
-Lo más grande de este mundo.
-¿El qué?
-Amor.
¿Cuándo podría volver? No lo sabía, al igual que la mayoría de lo que ocurre en este mundo injusto y cruel. Tan solo conocía lo más importante: que ella estaría allí a su vuelta para darle un abrazo. A lo mejor es lo único que necesitaba tener seguro.
-¿Me echarás de menos?-le susurraba ella mientras le abrazaba.
-Por supuesto.
-¿Por qué?- se apretaba un poco más contra Marcos.
-Porque eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo y no voy a dejar escaparlo.
-Perdone, ¿me deja pasar?-un señor de canas blancas y barba de tres días esperaba en el pasillo.
Marcos se levantó y el anciano pasó a sentarse al 1A. Volvió a tirarse al asiento. Miró de reojo a su lado. Soltó una lágrima.
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