miércoles, 29 de junio de 2011

Cuentos de la Atlántida: Patatas para todos



Mike siempre fue un hombre de campo. Desde que sus padres ingleses vinieron a las fértiles tierras de Atlántida, él siempre cultivó la patata en los terrenos que compraron al pueblo de Pyoka. Incluso muchos lugareños comenzaron a trabajar para esas tierras, dada la pobreza de aquella gente. A la muerte de sus progenitores, las patatas de Mike se vendían a lo largo y ancho del país. Todo gracias al esfuerzo y dedicación de ya todo Pyoka, que ya veían a aquel británico como un paisano más.

Fue un lunes cuando empezaron los viajes a la capital de gran parte de la población. Volvían con sacos y sacos de patatas. Decían que se repartían gratis en el ministerio de Agricultura. Mike quiso interesarse por como se producía aquello y viajó personalmente a Poseidonville. Allí se encontró con una multitud de personas que se agolpaban delante de gigantescos camiones cisterna en busca de la ansiada patata. Imponentes militares tiraban el ansiado cargamento a la población. Por allí también pululaban algunos periodistas, que hablaban a las cámaras de "la venida del Estado del bienestar" o del "fin del hambre".

Cuando volvió, vió que muchos de sus trabajadores se marchaban con sus familias. Él les dijo que les subiría el jornal pero ellos no querían trabajar más para ganar algo que podían recibir en mayor número de la mano del Estado.

Ya nadie compraba patata a Mike. El pueblo laborioso se convirtió en fantasma. Él quedó como único habitante. Paseaba por sus calles, recordando saludos y invitaciones a la taberna. Finalmente, él también se fue.

De aquel campo ya solo quedó la tierra en desuso. Y como éste, todos. Eso sí, patatas para todos.


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