miércoles, 25 de mayo de 2011

I love basket

Me lo paso bien jugando al fútbol. Disfruto con el tenis. Pero el baloncesto lo vivo.

No es un juego de manos, es una danza tan precisa como el ballet. No es esencialmente un juego en equipo, porque al tirar solo dependes de ti mismo. Colocar bien los brazos, apuntar a la canasta, sentir el balón en tu palma y disparar. Si la escupe el aro o ni lo toca, rabia, furia, correr hasta el rebote. Si toca las redes, gloria, felicidad, satisfacción, victoria.

A la gran mayoría de las personas no les gusta, les resulta un aburrimiento. No saben valorar el arte en movimiento y el prodigio físico de sus jugadores. Quien no se ha levantado de su silla al ver el último mate del rey Lebron o abierto la boca con el tercer triple que mete seguido nuestro Juan Carlos Navarro en un partido cualquiera. Por momentos no parecen hombres, más bien titanes que luchan por el Olimpo del triunfo en un partido cualquiera.

Y tras verlos, quieres imitarlos. Intentas el mágico skyhook de Adbul-Jabbar y el balón rebota con fuerza en el tablero para no entrar. Emulas uno de los pases por la espalda de Jason "Chocolate Blanco" Williams y la gracia le saca dos dientes a tus compañeros. Te crees Larry Bird desde la línea de tres y el lanzamiento pasa de largo.

Juegas día tras día, mes tras mes, año tras año. Con tus ídolos de la NBA y de la ACB dándote nuevas ideas para la próxima pachanga contra tus amigos. Perderías la esperanza de tanto ensayo y error, pero un día te entra el primer ganchito. Sigues ahí, tu ilusión esconde tus limitaciones físicas. Saltas más alto, eres más rápido y te notas más fuer. Ya no es el polideportivo, es el Staples Center o el Madison Square Garden. Ya no es ganador o perdedor, es con anillo o sin anillo. Ya no es la realidad, es tu sueño. ¿Y es que un sueño no está para ser un día vivido?

No hay comentarios:

Publicar un comentario