martes, 28 de febrero de 2012

Una propuesta para salvar el planeta

Desde hace décadas se ha ido instaurando en la sociedad una cultura de ecología implacable, inspirada por grupos como Greenpeace o personajes de la envergadura del ex presidente Al Gore. Incluso la Iglesia, en un alarde de populismo, califica como pecado el contaminar la Tierra.

Sin embargo, el problema de la destrucción del medio ambiente persiste. Empresas, Estados y ciudadanos del globo continúan enriqueciéndose a costa del lugar en el que vivimos, sin preocuparse de su posterior restauración.

La solución a esto no debe salir desde la política, con sus habituales leyes para todo. Hay que implicar a la economía, mediante privatizaciones de ríos, mares, montes, valles... Que particulares gestionen el ecosistema conllevará que se explote de forma sostenible, ya que la desaparición de la riqueza natural llevaría a la desaparición de la fuente de ingresos del empresario.

Una propiedad global genera una irresponsabilidad global, ya que nadie se preocupa de lo que no es suyo, por muy concienciado que esté. El caso de las calles eternamente sucias, por ejemplo.

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