miércoles, 29 de febrero de 2012

Arroz con leche

El paso ligero, la frente alta, la mirada atenta y el sudor en la frente. La búsqueda ya le había llevado por media ciudad y el solo se empezaba a esconder por el horizonte. Tenía que encontrarlo. Debía encontrarlo.

Despedido del trabajo, el piso en el centro con una notificación de embargo... Su última esperanza pasaba por localizarlo. Sin él, no podría soportar lo que se le venía encima. La luz por los ventanales, al final de la calle. Esperanza

Entró de un portazo. Se acercó al dependiente y susurró:

-¿Tienen arroz con leche?

El camarero miró extrañado y consultó la carta.

-Esto...- repasaba cada postre con el dedo- Sí, tenemos. ¿Es para llevar?

-No, para tomar aquí-Llevó sus ojos al cielo y dió gracias.

Se sentó en una mesa. El restaurante estaba vacío, silencioso, tranquilo. Lo que buscaba, saborear el placer mundano sin molestias.

Cuando el dependiente le trajo el tarro con el arroz con leche, casi estallan sus púpilas. Además del delicioso postre, a su lado unas galletas María se hallaban dispuestas a revolcarse en la cuajada condimentada por canela. Su paladar fue orquesta de placer sólido ligeramente mojado.

Al terminar con todas, cogió la cuchara con sumo cuidado. La introdujo en el tarro con el propósito de asegurar la profundidad a la que reposaba el arroz. Una vez que lo notó, la cuchara, rebosante de la ambrosía blanca, fue rauda a la boca. Y así una y otra vez, aunque saboreando cada cucharada como si fuera la comida que le dan al preso antes de lapena capital.

20 minutos sentado. Luego se levantó, le pagó al camarero (con generosa propina incluida) y volvió a la realidad.

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