lunes, 13 de febrero de 2012

El club de la lucha, vuelta a lo salvaje

Él es una persona aburrida, introvertida, esclavizada por su trabajo. Enfrente, Tyler Durden, desinhibido, con labia, carismático, libre. Toda la película homenajea al hombre nacido en el siglo XX, aquel que absorbe horas y horas de su tiempo delante la televisión, con anuncios de productos que no necesita consumir. Ante esta situación, el personaje de Tyler Durden propone una salida: empezar de nuevo, volver a nuestro estado natural. No será fácil, porque se necesita un proceso largo para asilvestrar a los seres humanos, aunque finalmente lo terminará consiguiendo.

Pelearse uno contra otro en el contexto de un club secreto, parar sólo cuando un contendiente lo pide... Unas condiciones muy atractivas para un currito de medio pelo, amargado por una vida que limita su expresión. Tyler va exigiendo nuevos retos a los participantes. Cuando ya los tiene comprometidos con su causa, se descubre su objetivo: acabar con el sistema. No tiene el poder, sino algo mucho más importante: los resortes del poder, las pequeñas piezas que estructuran la sociedad para que siga su curso. Una vez rebeladas éstas, el fin del circo es inevitable.

El personaje de Edward Norton presencia la obra de Tyler Durden y ya no tiene más remedio que aceptarla, ya que realmente la obra de Tyler es la suya. Cogido de la mano de Marla, los edificios de los grandes bancos se derrumban. El mundo vuelve a sus orígenes. El mundo vuelve a ser salvaje.

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