No hay leyes que puedan sujetar al hombre, que suele superar todos los obstáculos naturales y artificiales. Su mayor fuerza es la de verse atraído de forma irresistible por lo más peligroso. Su capacidad de innovar depende de ello, de salir de la comodidad que le plantea la vida en sociedad.
Sin embargo, nos hemos convertido en cautivos. Lo salvaje queda recluido a los deportes o la noche, en ambos casos nos sirve como válvula de escape y no como motor. ¿Lo justo o lo necesario?
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