Me fuí con ella un rato más tarde, el barman empezaba a pasar la escoba por su establecimiento, ya se había quedado vacío. Le puse mi traje sobre sus hombros desnudos para que no se resfriase. Paseamos por los Campos de Marte, con el sol temprano deslumbrando los hierros de la Tour Eiffel. Exhaustos de los encantos nocturnos, nos tumbamos en el césped. Ella usó mi americana como manta y se quedó dormida, no sin antes mirarme con sus ojos claros y cristalinos de cascada nórdica. Le acaricié el pelo suavemente y también caí rendido. Tuve que despertarme poco después por el retumbar de las trompetas.
No está mal, pero es un reflejo de mi último relato... cambiando la ubicación y detalles más pequeños... sigo elogiando el anterior
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