domingo, 2 de octubre de 2011

Fin del mundo

Bailé en una local de París a las 5 de la mañana. Al ritmo de una belleza silenciosa, aunque diría más bien clásica, que movía sus labios con precisión y sensualidad, al igual que su cuerpo, y vestía en un tono celeste claro, como si quisiera que la confundieran con un ángel.

Me fuí con ella un rato más tarde, el barman empezaba a pasar la escoba por su establecimiento, ya se había quedado vacío. Le puse mi traje sobre sus hombros desnudos para que no se resfriase. Paseamos por los Campos de Marte, con el sol temprano deslumbrando los hierros de la Tour Eiffel. Exhaustos de los encantos nocturnos, nos tumbamos en el césped. Ella usó mi americana como manta y se quedó dormida, no sin antes mirarme con sus ojos claros y cristalinos de cascada nórdica. Le acaricié el pelo suavemente y también caí rendido. Tuve que despertarme poco después por el retumbar de las trompetas. 

1 comentario:

  1. No está mal, pero es un reflejo de mi último relato... cambiando la ubicación y detalles más pequeños... sigo elogiando el anterior

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