“Fran abrió la puerta de su despacho de RRHH en Greenpeace. Dos torres de solicitudes de empleo estaban encima de la mesa. No pudo ignorarlas ya que el espacio que le habían dado para su trabajo no era precisamente amplio. Tuvo que meter barriga para llegar hasta su silla sin destrozar una de las pilas de papeles que se elevaba hasta el techo. Una vez sentado y habiendo dejado su mochila en un borde la mesa, alguien le llamó al fijo que se situaba al lado de la puerta. Tuvo que correr, por lo que se formó con hojas A-4. Descolgó el teléfono y balbuceó:
-Recursos Humanos de Greenpeace.¿Qué desea?
-¡Hola, amigo!-una voz femenina y de acento andaluz hablaba al otro lado del teléfono-Soy Crisco. Estoy en camino. ¡Adiós!
Tras colgar ella, Fran se rascó la cabeza preguntándose quién era la susodicha “Crisco”. Buscó entre los curriculos que se habían esparcido por el suelo. Tras varios minutos de búsqueda, finalmente lo encontró debajo de la mesa. Su nombre entero era Cristina Costa Sánchez Nieva, había nacido en Jerez de la Frontera y era graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Venía a por el puesto de directora en el documental que preparaban sobre orcas. Había una foto suya sujeta por un clip al currículo. Llevaba gafas, dibujaba una sonrisa con todos sus dientes blancos y el final de su pelo no salía en la instantánea para carnet. Competía frente a dos ingleses, un francés y cinco checos. Todos le habían resultado magníficos. Ella era la última. No creía que tuviera muchas posibilidades, así que decidió retrasarse un poco para irse a la máquina expendedora a comprarse un Kit Kat. Recién volvía a su despacho comiéndose una de las barritas cuando alguien le recriminó por detrás:
-¿Sabes que para hacer un Kit Kat tiran unos árboles donde viven monos que están en peligro de extinción?
Fran se dio la vuelta. Ella le sacaba una cabeza. En las alturas, sus ojos negros como el petróleo y sin la protección de las gafas se resaltaban por su pelo de color fuego y cuyas puntas reposaban en sus hombros (en la foto estaba bastante más largo) En su cara aparecía la misma expresión, con su boca iluminada por el brillo puro de sus incisivos, colmillos, molares y premolares. No se había maquillado, pero prácticamente daba igual, era de esas chicas que con su naturalidad bastaba. Llevaba un vestido amarillo con tirantes, que realzaba su figura curvilínea. A primera vista parecía una modelo de la pasarela de Milán, ya que también sus piernas descubiertas parecían dos rascacielos de la City londinensa más que dos extremidades inferiores. Aunque había algo que la hacía separarse de ellas, que era su mirada perdida, producto de una felicidad veraniega que embriagaba todas sus estaciones.
En el cuello había una chapita de lata. Lo tocaba con sus dedos pintados de azul. Fran seguía todavía impasible, con el chocolate detenido en su boca, con los monos de aquel árbol desconocido en la mente.
Cristina volvió a hablar:
-Pero sigue comiendo. Peor se encuentran las orcas.
Ella entró en el despacho. Fran alcanzó a ver su tatuaje situado en la espalda, una de esas “ballenas asesinas”, como fueron bautizadas en la cultura popular de décadas pasadas. El color de la piel de Crisco se mezclaba con las partes blancas de su orca tatuada. Apenas se preocupó la jerezana por la cantidad de papeles que habían suplantado al suelo. Se sentó en la silla y se puso a tararear “Highway to Hell” de AC/DC.
Fran ando cuidadoso entre el suelo empapelado, para no manchar ninguno ni lo más mínimo. Ya en su sitio, observó fríamente tras el currículo a los ojos de Cristina y deslizó una pregunta directa, saltándose las presentaciones protocolarias:
-¿Qué tienes tú que no tengan los demás?
-Amor, killo- respondió ella.
-¿Por?
-Los animales, por todo lo que vive en general. Le doy alma a lo que trabajo.
-¿Y eso de “darle alma a lo que trabajo” se sustenta en algún estudio aparte del grado, que es lo que poseen todos?
-Mi experiencia. Me metí en Audiovisuales porque quería trabajar con Tim Burton. Cuando lo conseguí hace poco,-Fran revisó el currículo. Lo encontró y sus ojos gritaron de sorpresa-me dí cuenta de que hasta un detalle debe tener personalidad.
-Interesante, interesante... Veo que también trabajo con Iron Maiden y Apocalyptica...¿En qué la influyó?
-En que a veces hay que desenfadarse un poco. Hay que relajarse, tío.
-¿Eso es positivo para un trabajo largo y costoso?
-Para todo hay un momento. A lo que hay que ponerse, me pongo, y a lo que no, no me pongo.
-Bien, bien...-Siguió repasando la vida profesional de Cristina condensada en tres hojas-Entre sus aficiones figura el jugar al World of Warcraft...
-Sí, la Alianza. El bien, el bien...-interrumpió Crisco.
-Ah- Fran levantó las cejas-Y también deportes como el béisbol y el basket.
-El béisbol porque es el deporte de los flojos- Cris dejó escapar una risa-Y el basket...no sé, soy alta y las meto fácil. En el resto de deportes soy un pato.
-Muy bien- Fran se levantó-La entrevista ha terminado. Ya la llamaremos.
Ella se levantó con aires de cisne blanco, majestuoso en sus formas pero humilde en su corazón, que levantó sus alas y se alejó del despacho con un “Hasta luego” de amabilidad no forzada. Fran leyó otra vez el currículo. Disfrutaba. Intentó buscar en el suelo desde la lejanía de su silla los papeles de los dos ingleses, del francés y de los cinco checos. Al no encontrarlos, ni siquiera en un segundo avistamiento, sacó uno de sus bolígrafos de la mochila y escribió en la cabecera del perfil de Crisco: “Contratada”
-Será nuestro mejor documental- susurró interiormente Fran- porque llegará al corazón.
FIN”
Cristina terminó de teclear en su portátil. Se quitó los cascos rosas y me preguntó por un título. Cogí su ordenador y me absorbí en la lectura, ya que había terminado de estudiar los apuntes de Comunicación Escrita. Le interrogué:
-¿Esto para qué es?
-Es que en mi resi van a enterrar una cápsula del tiempo y tenemos que echar un papelito con nuestra idea de cómo vamos a ser dentro de 5 años, que es cuando la sacan. ¡Va a ser brutal!
-Pues que tu título sea “Cinco años”
-¡Sí! ¡Me gusta!.
Tecleó con la cabeza pegada al ordenador el título. Le dije que me tenía que ir porque no llegaba a la cena.
-¡Hasta luego, Ghandi!
“Fran es el nombre de su novio. Muy lógica la última frase”, pensé mientras me encendía un cigarrillo de salir de la biblioteca y ir para la “resi”, citando a Crisco.
Sencillamente genial! brutal! i love it! (:
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